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Transitoria Cuarta: la amenaza de la deslealtad


En una reciente visita a Pamplona, Javier Rojo, presidente del Senado, ha intervenido con autoridad en el debate político navarro. Para el relevante socialista vasco "no es importante" que en una futura reforma constitucional se incluya la supresión de la Disposición Transitoria Cuarta, porque lo esencial en su opinión es que Navarra será lo que los navarros quieran.


Sin embargo, el razonamiento es reversible. Porque la voluntad manifiesta de los navarros, al menos de una inmensa mayoría de ellos, es que se suprima del Ordenamiento la Disposición Transitoria Cuarta, que sólo sirvió para intentar infructuosamente extender al nacionalismo vasco el consenso constitucional. Ese nacionalismo nunca se ha planteado participar en la concordia nacional española, y a cambio los navarros han visto su futuro hipotecado por una norma excepcional. La Navarra que los navarros quieren es, precisamente, una Comunidad Foral sin Transitoria Cuarta.


Esto no es un invento de un partido: es una realidad social. Y es también lo que los dos grandes partidos navarros, enfrentados en tantos otros asuntos, han coincidido en afirmar hace muy poco. UPN no ha cambiado un ápice su posición fundacional, y lo que no fue posible en 1979 hoy sí puede serlo. El PSN, por boca de sus representantes más cualificados, ha afirmado ese deseo y esa voluntad: que Navarra deje de estar condicionada por un vestigio de la Transición.


Ahora bien, las declaraciones de Javier Rojo son importantes porque revelan un estilo de hacer política. Lo que es importante, tal vez, para el socialismo navarro no lo es para el PSOE en Madrid y en Vitoria, donde el peso de los navarros es pequeño y donde el interés por mantener tranquilo al PNV es grande. Al fin y al cabo, pueden pensar en la sede socialista de Ferraz, obtener una mayoría de izquierdas en Navarra es punto menos que imposible, y en cambio suprimir la Transitoria Cuarta supondría un obstáculo para las relaciones con el mundo abertzale. Esas relaciones permiten ya al PSOE sostener el Gobierno minoritario de Zapatero y le otorgan el control de ciertos Ayuntamientos en el País Vasco y en Navarra, además de permitir que el PSE vuelva en el futuro al Gobierno Vasco.


El PSOE se debate entre la lealtad a su palabra -la de sus representantes- y a los navarros y sus intereses a corto plazo. Si Chivite y Puras son leales, tratarán de cumplir lo que anunciaron, y habrá un consenso entre los navarros orgullosos de serlo. Si desde instancias superiores se les impone la deslealtad, incluso desde una posición tan edulcorada como la de Javier Rojo, podrán obtener pequeñas recompensas, pero faltarán a la norma básica de la política. Pues, como explicaron los padres fundadores de la ciencia política, sin lealtad no hay política ni, en realidad, vida social.


Este hecho decisivo, que han tratado grandes maestros de la teoría política y de la historia, tiene una directa y constante aplicación en el caso navarro. El poder público (el Estado soberano, pero también los partidos que lo gobiernan) tiene un vínculo de lealtad vertical con los ciudadanos. Don Alfonso Otero recordaba que el poder es una relación doble, en la que el poderoso, el soberano, protege al ciudadano, y trata de satisfacer sus deseos y necesidades, mientras que el ciudadano debe respeto a las instituciones y a quien las encarna. Ahora bien, si una de las dos partes se muestra desleal, el vínculo se rompe.


No es casual que la lealtad al pacto sea la esencia del Fuero navarro. Si los navarros reciben la lealtad debida de quienes les gobiernan o quienes aspiran a gobernarles, responderán con lealtad. Pero si reciben muestras de deslealtad acudirán a la desobediencia -si el desleal gobierna- o al ostracismo democrático -si el desleal no gobierna-. Tanto en la doctrina clásica española como para los hobbesianos más modernos, éste es el único caso en
el que se justifica el derecho de resistencia, la rebelión y el cambio de lealtad. Que en democracia es, sobre todo, un cambio de voto.


Lo que los partidos se juegan en torno a la Transitoria Cuarta son los votos de los navarros, cuya posición nadie ignora. Es desleal anunciar una cosa, matizarla a continuación y terminar haciendo otra. Pero es necesario recordar, a todos los partidos y sobre todo a todos los hombres y mujeres, navarros, que forman esos partidos, que hay cosas más importantes que un puñado de votos o que unos cuantos escaños o municipios. Hay principios esenciales, por los que muchos han vivido y han muerto, contra los que se alzó en su momento la ETA nacionalista que hoy agoniza. Principios que merecen que se corran todos los riesgos, como la Navarra foral y española que heredamos y que dejaremos en herencia.