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En tiempo de zozobra, no hacer mudanza



Navarra vive su mejor momento económico y social, al menos según todos los indicadores estadísticos. Disfrutamos de una calidad de vida no ya satisfactoria, sino incluso opulenta, y disponemos de los medios precisos para subsanar las injusticias y problemas que evidentemente siguen existiendo. Nada humano es perfecto, pero la Navarra de 2004, según los parámetros predominantes en nuestra época y en nuestra civilización, se aproxima a serlo. Sobre todo en comparación con otras realidades españolas, que padecen realidades políticas e institucionales diferentes.


Pero Navarra no está libre de problemas. La prosperidad, que con seguridad no será ni fácil ni eterna, no lo es todo. Como todas las regiones del mundo occidental, nuestra comunidad afronta retos sin precedentes y cambiará en las próximas décadas de manera que sólo en parte atisbamos. Por su particular historia y por su no siempre deseada cercanía a un foco de violencia nacionalista, Navarra tiene otra serie de problemas sin solucionar. Por último, en la singular coyuntura política de la España actual, Navarra se ve afectada por las políticas renqueantes y dubitativas del José Luis Rodríguez Zapatero. Y, para colmo de males, los representantes locales del partido de aquél aún no saben cómo y con quién aspiran a gobernar Navarra. Pero con certeza, eso sí, quieren el gobierno.


Las ambiciones tienen un precio. Alguien que lo recordó constantemente, a lo largo de toda su vida, fue aquel oscuro y menudo hidalgo guipuzcoano que, fiel a su juramento de lealtad al rey, quedó inválido en nuestras murallas en 1521. Íñigo de Loyola, capitán de España y general de si "mínima Compañía", recomendó siempre a los suyos cautela y oportunidad en la hora de las decisiones. "En tiempo de zozobra, no hagáis mudanza".


Navarra vive tiempos de zozobra. La serenidad que da en lo político la amplia mayoría de Miguel Sanz y de Unión del Pueblo Navarro; la tranquilidad que proporciona la economía; la firmeza de las instituciones forales: todo está sujeto, precisamente en este momento, a grandes e inminentes amenazas. Todo puede cambiar de signo, y hacerlo de manera fulminante, precisamente porque las fuerzas que aspiran a subvertir la actual situación son muchas y diversas, y porque algunas de ellas no saben dónde desean ir, salvo que no desean que las cosas sigan como hasta ahora.


La historia abunda en ejemplos de cambios radicales e inesperados, que sorprendieron a la mayoría de la población. Pero en casi todos aquellos casos hubo un detonante, un paso en falso, un cambio emprendido en el momento de zozobra e inquietud. Navarra tiene una mayoría política que funciona, y cambiarla hoy, dadas las circunstancias, supondría un salto en el vacío y una puerta abierta a los peores fantasmas. Otra cosa será mejorar esa mayoría y su gestión de la cosa pública, y hacerlo con ilusión y exigencia. Navarra tiene un sistema económico y social que crece y funciona; intentarlo alterar en nombre de utopías demostradamente macabras supone jugarnos el futuro de nuestros hijos. Otra cosa será busca una combinación adecuada de eficiencia y de bienestar, en nombre la justicia.


Para cualquier analista político navarro, y para cualquier político en ejercicio, la prioridad hoy no puede ser sino la claridad en las propuestas y la firmeza en la conservación de lo que debe ser conservado. Hacer mudanza sin más meta que la mudanza en sí generaría la peor de las zozobras.