FUNDACION LEYRE
Quiénes somos
Actividades de Leyre
Leyre en la prensa
Enlaces de interés
Colabora
Contacto y sugerencias

TRIBUNA LIBRE


Navarra sigue caminando en la Historia


Durante tres décadas el debate político navarro ha estado centrado en una sola cuestión. Durante tres décadas se ha  gobernado y se han hecho cosas -antes peor, ahora mejor- y se  ha consolidado la identidad foral, pero el debate político  fundamental, el de las ideas, el de los principios, el de las  propuestas de fondo, ha estado lastrado por una rémora del  siglo XIX: el nacionalismo vasco.

No cabe duda de que en torno al nacionalismo han surgido  gravísimos problemas concretos -la división totalitaria de la  sociedad navarra, la tribalización de la cultura, la  permanente oferta/chantaje de anexión y, no por último, el  crimen terrorista-. Tampoco hay que ocultar que los partidos  que nos han gobernado, con la excepción del tripartito  estrepitosamente fracasado, han sabido afrontar esta gama de  problemas, y que el resultado está firmemente asentado en la  realidad y en la voluntad democrática de los navarros. Pero  estos tienen derecho a saber que hay otros muchos problemas,  otros muchos debates abiertos, otras muchas decisiones  políticas, sociales y culturales; y que el nacionalismo no  puede condicionar eternamente la vida de esta comunidad en la  que es irremisiblemente minoritario.

Por eso es importante entender las reiteradas  manifestaciones del presidente del Gobierno de Navarra en los  últimos meses y más en las últimas semanas. Al hilo del debate  político desatado por la propuesta imprecisa de reforma  constitucional de Rodríguez Zapatero, y también en el contexto  de la vida interna de Unión del Pueblo Navarro, Miguel Sanz  viene expresándose en dos sentidos complementarios: es hora de  cerrar, en lo relativo a Navarra, el debate que el  nacionalismo vasco planteó en la Transición; y es hora de  dedicar todas las energías de nuestra gente a construir la  Navarra del siglo XXI, ahorrándonos para siempre la nostalgia  de un pasado que nunca existió.

La primera parte del mensaje tiene una expresión clara y  simbólica: si se abre el debate constitucional, y si en esa  situación es posible hacerlo, es hora de librar a los navarros  del yugo de la Disposición Transitoria Cuarta, que merma, y no  enriquece, sus libertades. En todo caso, con o sin reforma  constitucional, debe quedar claro, desde hoy y para siempre,  que Navarra ya ha decidido su camino y que los navarros,  españoles por derecho propio, son mayores de edad y no  necesitan tutelas especiales. Claro es que, aunque UPN ya ha  hecho con creces su parte histórica en ese proceso, al PSOE le  queda completar o confirmar la suya, disipando las dudas que  las actitudes y los encuentros de ayer y de hoy pueden  despertar.

Hecho esto, queda lo importante. Lo realmente importante,  lo que afecta y preocupa a los navarros, más allá del debate  interno sobre una identidad que sólo unos pocos discuten. Los  navarros se enfrentan a una Europa abierta, a un mundo  globalizado y a una sociedad cada vez más diversificada. No es  un problema, no es un peligro, no es un riesgo, salvo que se  afronte con miedos carcas y con la mirada puesta en épocas  pretéritas o en mitos fantasmagóricos. La Navarra del siglo  XXI es ya la Navarra de los ciudadanos, porque son estos el  centro de las atenciones y de las decisiones; y se ha hecho  posible, así, una Navarra económicamente próspera y llena de  bienestar, aun con muchas cosas por mejorar. Pero ese  resultado no ha sido fruto de la casualidad, porque sólo  evitando el enrocamiento en la querella identitaria se ha  podido pensar en el porvenir, y construirlo. La prosperidad es  resultado del trabajo de los navarros, de decisiones acertadas  de quienes han gobernado la comunidad a diferentes niveles,  pero, ante todo, es resultado de una decisión colectiva de  rechazar desde 1978 la opción alternativa que se nos ofrecía.

Navarra no puede detenerse tampoco ahora. No puede  detenerse, por supuesto, donde ya decidió no detenerse, y por  eso es bueno liquidar los flecos de una Transición ya  felizmente terminada. Tampoco puede detenerse en su excelente  situación actual. Económicamente, Navarra deberá ser  innovadora y competitiva, aún más, si no quiere perder su  posición de vanguardia en España. Es en nuestro sistema  educativo, entre otras cosas, donde se prepara hoy la Navarra  necesariamente flexible y vigorosa de dentro de una década.

También en nuestras infraestructuras, en nuestra energía y en  nuestras comunicaciones. Socialmente, Navarra tiene una  sociedad civil vital y fecunda, que exige a sus políticos y es  bueno que lo haga; no hay que mirar con desconfianza las  peticiones de pluralismo, que son síntoma de riqueza. Por el  contrario, hay que construir un auténtico pluralismo social,  en el cual quepan todas las opciones, sin ninguna concesión a  la corrección política de unos y de otros, sin ningún recelo,  sin ningún prejuicio ni ninguna maledicencia miope. Y es hora  de abrir, como se pide ya a voces, el debate sobre la  subsidiariedad, sobre el estímulo a la iniciativa social como  opción preferente a la acción directa de la Administración. En  ese debate, por cierto, UPN tiene mucho más que decir que  nadie.

Se habla mucho en estos tiempos, de nuevo, de centros, de  izquierdas y de derechas. Hablan, sobre todo, los que con  ideas del siglo XVIII quieren que volvamos al XIX o a la peor  parte del XX. Lo único cierto, para los navarros de a pie, es  que hay un «centro» de debate social, caracterizado por la  agenda política, social y económica que acaba de sugerirse. En  ese centro, con libertad y con moderación respetuosa, hay que  fijar también el debate político. Pero que esto suceda tiene  dos premisas: la exclusión definitiva de las coacciones  violentas y exteriores, y la aceptación de la diversidad sin  la renuncia de cada uno y de cada partido a sus convicciones  más profundas. Hay que abrir el debate político real, con el  realismo que ha caracterizado a los navarros en la historia, y  hay que hacerlo así. Podrán decirse muchas cosas de Miguel  Sanz, pero no que no esté haciendo precisamente esto.